Lourdes de la Villa Liso

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SANDRA PALHARES

Secuencia imaginada. Lourdes de la Villa Liso, Bilbao, Fundación BilbaoArte Fundazioa, 2011, pp. 9 – 11 (catálogo exposición)

Hoy en día somos muy afortunados. Vivimos en una época plural, donde convivimos con una inmensa diversidad técnica y, por supuesto, tecnológica ¿A qué propósito viene todo esto? Por el tema de la pintura de Lourdes de La Villa. Su pintura no plasma la realidad sino que plasma otra posible visión de la realidad hecha/construida con pintura. Es ahí donde se puede entender el hecho de que ella siga viva -la pintura, por supuesto- después de innumerables muertes anunciadas en nuestro mundo tecnológicamente desarrollado. La obra de Lourdes tiene la especificidad que solo podemos hallar en la pintura: esa cualidad azarosa intrínseca al gesto y a la mancha del pintor –en este caso, pintora. Si esto es bueno o malo o, incluso indiferente, no interesa al caso. Lo que si importa retener es precisamente esa cualidad única que distingue la pintura de los actuales medios de producción de imágenes ya que es una pintura también autorreferencial, o sea, es una pintura que también reflexiona sobre el medio de pintar. Además de darnos a conocer otra posible visión del mundo.

En una primera impresión podemos pensar que su proceso de representación hace referencia a la manipulación conseguida por programas de tratamiento de imagen que, hoy en día, están ahí al alcance de todos a través del ordenador. Sin embargo, cualquier semejanza es pura coincidencia. Su proceso de representación está basado en una permanente síntesis de las imágenes que le sirven de referente. Al manipular incesante y sintéticamente sus imágenes, en algunos casos, su referente concreto se convierte en algo muy abstracto haciendo hincapié en la vieja dicotomía: concreto/abstracto. Sus gestos materializados en mancha es lo que hacen más visible y evidente el juego dicotómico.

Aún siendo manipulaciones de síntesis de las imágenes, Lourdes no utiliza los mismos códigos de las manipulaciones disponibles a través del photoshop porque su proceso de síntesis no está convencionalizado o socialmente compartido sino que propone otro. Proponerlo o inventarlo no significa que no lo convierta, en algún momento, en un proceso también mecanizado. No obstante, esa mecanización no la repite igual sino que repite una semejanza, un parecido – es, por lo tanto, una mecanización diferenciada, un automatismo pictórico (aplicación de capas sucesivas de pintura a través de gestos diferenciados).

Es también un proceso más complejo de lo que aparenta. Casi podríamos decir que su síntesis en lugar de simplificar hace complejo su referente primero. Porque, si por un lado, una realidad o imaginario concretos le sirven de referente, por otro, su labor de síntesis puede llegar a convertirlos en algo muy abstracto – cómo cuando solapa y superpone fragmentos y trozos a través de manchas, gestos y mezclas de colores –ahí, sus paisajes y personajes de los grandes planos iniciales se transforman y ocultan su primera naturaleza. Asimismo, su manipulación de imágenes y pintura superpuesta anula aún más esa posible correspondencia inmediata con dicha realidad, convirtiéndolas en otra realidad. De hecho, una realidad más plástica, llena de pintura y sucesiones de matices cromáticos que configuran formas o signos más libres de densidad y materia variables y, nos conducen a una interpretación más personal. O mejor dicho, nos conducen a una otra posible visión de dicha realidad. Y así volvemos al principio cuando referíamos que esa es una de las cualidades de la pintura que justifican aún su presencia en nuestros días: la pintura gallardea otra realidad, o si quisiéramos, hace posible construir y enseñar otra naturaleza para dicha realidad. No se trata de justificar la pertinencia de la pintura sino de intentar entender la necesidad de seguir pintando nuestro mundo. Un mundo caracterizado por una especie de `neo-pos-existencialismo´ y que se adentra en un nihilismo sin fin. Este estado de ánimo no corresponde solo a la crisis del momento ya que el hombre siempre tuvo una capacidad inagotable de cuestionarlo todo a lo largo del tiempo. El afán de la crisis del momento puede que lo haga incluso más pertinente. Sin embargo, es otra pura coincidencia ya que el arte siempre ha sido uno de los medios que permite preguntar, indagar –aunque, a veces, pueda parecer una búsqueda poco objetiva.

Justamente a propósito del tema de la pintura en la contemporaneidad, la también pintora Marlene Dumas comentaba,

“Todo lo que se diga contra la pintura es verdad. Ella es un anacronismo. Está fuera de moda. Es obsceno el modo como se convierte cualquier horror en una especie de belleza. Es decadente. Es arrogante. La forma como insiste en ser impar. Y es estúpida, porque ni siquiera consigue responder a su única pregunta. ¿Porqué diablo habríamos de mirar imágenes? Es por eso que continuo a practicarla”[1].

Lourdes de La Villa también nos propone seguir mirando imágenes. Imágenes de una belleza nostálgica. Ellas – las imágenes de sus pinturas, por supuesto – nos hacen recordar un Bilbao pasado, industrial, deteriorado, invernal y decadente. Probablemente, un pasado sincrónico al tiempo de la infancia de Lourdes ya que son muchas sus referencias al imaginario simbólico infantil a través de los carruseles, el caballo de juguete, etc. Sus paisajes están envueltos por una luz que alumbra la oscuridad del tiempo evocado –una luz que parece iluminar y contrariar la aparente deterioración y decadencia, creando atmósferas que disipan mundos aparentemente contrarios. Quizás una posible metáfora a la nostalgia y la melancolía del pasado.

Además y, por un lado, sus lienzos repletos de tinta derramada, manchas y pinceladas parecen rescatar una herencia relativamente reciente dejada por el expresionismo abstracto. Por otro y en contraste, sus representaciones icónicas marcadamente fotográficas o serigrafiadas, inevitablemente, remiten a una estética y herencia pop. El juego dicotómico que referíamos antes a propósito del concreto/abstracto se valida aún más con estos permanentes contrarios que habitan sus lienzos de pintura: real/imaginario; imágenes reales y concretas que parecen ser producidas mecánicamente. Y, formas más abstractas que resultan del azar y automatismo de una pintura más expresiva y libre de referentes. Podríamos incluso interpretar esta permanente actividad de negación como un momento de dialéctica como lo planteaba Hegel. Cuando el filósofo habla de `labor´ a propósito de negativo, es porque el negativo es el motor del movimiento por lo cual el ser se pone oponiéndose, por superación de las contradicciones.

La pintura de Lourdes de la Villa materializa la interrogación en experiencia estética a través de la permanente búsqueda de una estética de la visión, proponiendo una reflexión sobre otras posibles visiones de nuestro mundo y del hombre como nos muestran las obras que integran esta exposición. Al final, ¿no es esa la finalidad de la pintura: mostrarnos imágenes?

 

 


[1] Marlene Dumas citada no texto de apresentação da exposição Marelene Dumas. Contra o muro, 02 Julio-10 Octubre 2010, Serralves, Porto, Portugal

 

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